Cabezotas
son vivencias, sensaciones, sentimientos, situaciones, emociones, pensamientos, comportamientos… que configuran por medio de la pintura, del dibujo, de la escultura… autorretratos y retratos: expresiones de mi experiencia y del apercebimiento de las personas que, de un modo u otro, afectan a mi vida.
Expresiones esenciales de unos personajes que, en principio, sólo tienen cabeza, aunque con la capacidad de transformación que les es precisa para expresar lo que les ocurre; si no es así, estáticos e imperturbables, contenidos en el óvalo que los dibuja, guardan silencio.
En un momento dado este óvalo, en su parte superior, se enreda en un nudo, en un garabato: el trazo de un ojo –el único rasgo anatómico que prevalece en todos los cabezotas como signo identificativo de su existencia y de su presencia–. A partir de aquí la necesidad de cada cabezota para transmitir aquello que ha vivido hace que surjan pinceladas o masas que describen expresiones anatómicas o anímicas: bocas, lenguas, dientes, cerebro, manos, pies, sexo y demás rasgos físicos o psicológicos consecuencia de sus propias mutaciones.
Los, las Cabezotas
me han acompañado siempre; siempre ha sido así, lo han hecho durante toda la vida cumpliendo con la función de pintar y pintarme, de mostrar y de mostrarme, pero su presencia, exceptuando contadas ocasiones, se ha restringido al ámbito privado del taller, o del ordenador, o de papeles, libretas y cuadernos de dibujo.
Pero ahora me piden a gritos estar fuera y vaciándome de esa urgencia los pinto y los dejo salir.